MAL DE ESCUELA


[9] Pennac es Pennacchio, es su apellido afrancesado. Esto era un chivatazo en mi adolescencia colegial, y hoy en día es lenguaje periodístico de la más alta escuela.

El libro de Daniel Pennac llegó a mis ojos por atracción magnética, porque nada de lo humano me es ajeno (et mihi). No es mucho (nunca es demasiado, ah, sed eterna) lo que hay en mis estanterías acerca de lo que acontece en las aulas (eso que malamente llaman educación). Destaco, con vehemencia, Patos, elefantes y héroes, de Ariel Dorfman (Siglo XXI, 2001); Bien educados, de Salvador Cardús (Paidós, 2006); El profesor en la trinchera, de José Sánchez Tortosa (La esfera de los libros, 2008); e Hijos de la Logse, de Francisco Robles (Toromítico, 2008). Los tres últimos con una lectura concreta de la calidad de la res docentis patria.

Para los que pensamos que la clave de este partido se juega en las aulas, el desgarro es incontable (porque no sólo es la calidad, es la cantidad de los alumnos que hemos dejado deambular por la ambigüedad torticera de la enseñanza secundaria). Pero la paradoja es mayor, infinitamente mayor, para los que nos creemos de izquierdas, y vemos cómo hemos sido asaltados por la ficción educativa que comenzó en la Logse (generacionalmente no la sufrí, pero mis prácticas en las aulas y mi condición pasada de profesor consorte, la palpó, la vivió, «la subrayó con lápiz de color y la comentó en clase»). No hay bandazo ninguno (como el que le asalta a Francisco Robles), no hay ninguna duda, pero ninguna, de dónde estamos, de lo que somos, y a pesar de ello gritar que la izquierda española se ha sometido a un chantaje paracientífico por parte de pedagogos y psicólogos y docentes acólitos, que han diseñado para una educación «progresista», «de izquierdas» la más absoluta de las veleidades educativas. ¿Ser de izquierdas es comulgar con ruedas de molino? No, amiguitos, nunca, precisamente nunca. Por eso proclamo que la enseñanza en España se ha cobrado (y lo que te rondaré) veinte años de vacío, que sólo quienes han pasado por la escuela pública, docentes o discentes, pueden intuir. La dictadura del método frente a la república de los contenidos.

El tema es largo, muy largo, y demasiado sencillo en su complejidad, pero van a venir, lo adelanto, otros libros de la misma condición a este Catálogo de naves. Este que llegó a mis manos, Mal de escuela, intuyo, va a contarme la experiencia de un profesor de la escuela pública francesa, Daniel Pennac, y su desencanto. Porque no puede ser de otra forma, porque hablar de enseñanza contemporánea es exactamente lo mismo que hablar de decepción, en el grado que queramos. Y eso, querido Pennac, que usted ha ejercido en la escuela francesa, laica, de una tradición innegociable, y que cualquiera de sus colegas que más acá de los Pirineos ejecutan cada día esta liturgia esperpéntica de la enseñanza en España, darían la mitad de la dignidad que aún conservan por ejercer aquello para lo que se formaron.

PENNAC, Daniel, Mal de escuela. Debolsillo. Barcelona, 2009. ISBN 978-84-9908-024-6.