LA DERROTA DE NAPOLEÓN EN RUSIA


[12] Todo empezó hace mucho tiempo. Nos reuníamos los fines de semana, comenzábamos el sábado a primera hora y volvíamos a casa el domingo de madrugada. Nos fotocopiábamos los reglamentos editados en aquellas impresoras matriciales, las figuras de plomo se repartían en aquellas dos mesas enormes, cargábamos, formábamos cuadros, escribíamos órdenes de combate táctico, y después, cuando ya todo se había recogido, comenzaba lo más interesante, las discusiones y las risas sobre lo que había ocurrido sobre la mesa, en la batalla. Durante dos o tres años estuve batallando con figuras de plomo por los campos de Europa, en aquel club de estrategas de salón.
Todos los libros tienen un pasado. Bien, no me refiero a lo obvio, a lo contingente, sino a lo sentimental, a lo anecdótico e imprevisible. Como cualquier libro, todo tiene un pasado (“somos nuestro pasado”, diría Peter Kingsley), una concatenación más o menos rastreable. Una historia. 

Lo previsible sería disertar ahora acerca de la Europa napoleónica, sobre el nacimiento de la sociedad burguesa contemporánea que la Grande Armée arrastraba ignorante en su equipaje. Seguramente este texto de Philippe-Paul de Ségur, La derrota de Napoleón en Rusia, no cuenta nada de esto, ni ninguno de los otros que ahora lo acompañan en la estantería (entre Salamanca 1812. El triunfo de Wellington, de Rory Muir, y 1812. La trágica marcha de Napoleón sobre Moscú, de Adam Zamoyski). Los historiadores militares son impermeables.

Pero no es así, compro libros de historia militar napoleónica para seguir acudiendo a aquel club ya desaparecido, para seguir volviendo tarde a casa después de justificar una carga de dragones durante horas y horas, entre cervezas y cervezas.

Todos los libros de Historia que almaceno guardan un rastro de mí que me delatan. 

SÉGUR, Philippe-Paul De, La derrota de Napoleón en Rusia. Duomo. Barcelona, 2009. ISBN 978-84-92723-28-7.